domingo, 22 de mayo de 2016

LA INNOVACIÓN EDUCATIVA EN AMÉRICA LATINA



“La civilización es una carrera entre
la educación y la catástrofe”

H. G. Wells

ME. Yordanka Masó Dominico

INTRODUCCIÓN

La educación siempre ha estado afectada por las particularidades de la sociedad en turno. Por tanto los cambios culturales, científicos, tecnológicos y políticos inciden de manera determinante en los planteamientos educativos, y como tales exigen modificaciones estructurales y operativas: innovaciones educativas, modelos educativos emergentes de estas últimas, nuevos planteamientos de profesionalización docente, de inclusión tecnológica educativa y las políticas financieras educativas acordes al momento histórico.

Quedaron atrás los días en que la escuela representaba el monopolio cognitivo por antonomasia. Hoy en día la educación no se produce por un efecto arquitectónico representado por cuadro paredes, ni se considera la base o único medio para  educar, aprender, conocer o socializar entre pares. Se derrumban las paredes y renace un nuevo concepto educativo, renovado, transformado y que lucha por ser validado a nivel global.

Lo anterior, sin lugar a dudas, transforma de manera radical los antiguos modelos educativos que tradicionalmente se venían desarrollando, lo que repercute en las formas, leyes y normas educativas que son rebasadas por la realidad contextual y que desafortunadamente al no atemperarse a los tiempos, limitan la capacidad de acción y desempeño de los sistemas educativos que aún siguen estancados en un limbo en el que no pueden ascender al progreso educativo.

En este tenor, la innovación educativa se convierte en una necesidad social para mantener los procesos educativos acordes con las características de la trasformación social. Sin embargo, el contexto educativo de América Latina evidencia serios rezagos en relación con las nuevas exigencias globales, lo que resulta en una clara invitación para reflexionar acerca de las condiciones, retos y perspectivas que nuestros países latinoamericanos enfrentan en este terreno.


Existe una maldición china que dice: “Ojalá vivas en una época interesante”. Tal como dice Barba (2011), a los sujetos de hoy les ha tocado, pero el que sea maldición o no, sólo dependerá de su actitud. El mundo de hoy es convulso, implica más riesgos al vivirlo a un ritmo exorbitante, desenfrenado y donde queda poco tiempo para la reflexión, la cautela y la estabilidad es un término cada día más ajeno a él.

Cambio, transformación y renovación, son los nuevos términos que rigen el presente, y a lo que es imposible ofrecer resistencia, pues sería como frenar un tren con la mano.

Actualmente, en medio de la segunda década del siglo XXI, los procesos de globalización al que quedan sometidas prácticamente todas las sociedades del mundo, están dando lugar a un nuevo tipo de sociedad, la sociedad global o globalizada, que se identifica como el  innegablemente hecho de vivir en un solo mundo.

La globalización provoca cambios cruciales en cada una de sus diferentes dimensiones, lo cual implica vivir en una sociedad entrelazada, interdependiente e intercomunicada, unidos por una economía global, caracterizada por constantes e incesantes cambios, sobre todo en materia tecnológica.

En tal tesitura, innegablemente el actual proceso de cambio tecnológico acelerado está dando lugar a un nuevo paradigma tecnoeconómico, que viene acompañado de un complejo proceso de adaptación cultural y organizativa, de tal manera que el mundo actual se vuelve cada día más incierto, con constantes cambios que en cascada, se han venido sucediendo de manera imparable, definiéndose así la configuración espacial del nuevo capitalismo, surgido de la revolución informática.

Diversos organismos internacionales han reconocido que el mundo de hoy es  testigo de una mayor desigualdad, un sesgo recesivo de la economía mundial y una crisis ambiental severa, sumado a una gran revolución tecnológica que está planteando un desafío en la organización del trabajo (CEPAL, 2016).

A lo anterior se suma el gran cambio demográfico que pone al descubierto el hecho de que la población del planeta cada vez crece menos y envejece a un mayor porcentaje, de ahí que se impone otro desafío complicado en cuanto a la seguridad social en el futuro.

Como si lo anterior fuera poco, es palpable el cambio de paradigmas actuales, donde el valor de la economía de lo tangible abre paso al valor de lo intangible, a través de la llamada economía del conocimiento, que prioriza y protege al capital humano, a la gestión de éste y al valor de los productos que el hombre ofrece.

En tal contexto, las tendencias innovadoras que hoy día se observan en la educación, han cobrado una creciente importancia tanto en la política como en el debate académico y teórico, convirtiendo a la educación en un proceso integral, que no tiene limitaciones temporales en un nivel y/o institución específica y que además se encuentra intrínsecamente vinculada a la sociedad.

Lo anterior pone de relieve el hecho de que la educación, no puede sustraerse de la influencia de los dos fenómenos que más inciden en su desempeño: la globalización y el nuevo paradigma impuesto por las sociedades del conocimiento. Ambos han merecido amplias reflexiones de parte de los especialistas de diversas disciplinas, que de una manera u otra coinciden en la relevancia de la educación como herramienta certera para enfrentar y adaptarse a los cambios venideros, que cada día son más complicados y conflictuales.

Sin lugar a dudas, la educación tiene un rol preciso, un mandamiento del futuro inmediato en cuanto a ser la fragua de los ciudadanos encargados del desarrollo de las naciones del mañana. Le toca a la educación la misión impostergable de construir al “nuevo ciudadano”.


Resulta imposible hablar de innovación en educación para el contexto de América Latina sin repasar, al menos de manea muy breve, cuáles son las condiciones operantes en nuestros países que propician u obstaculizan los cambios y transformaciones educativas que el entorno global hoy reclama.

Históricamente la velocidad del progreso y las condiciones que inciden en él, han sido notablemente distintas en los diferentes países, y aunque quizás no seamos capaces de explicar todas las razones que motivan dichos cambios, al menos nos queda clara la incidencia de las políticas gubernamentales en ellos.

Algunos economistas contemporáneos (Cimoli, 2013; Cimoli et al., 2014; Cimoli, Dosi y Stiglitz, 2009; Courvisanos y Stuart, 2014; Stiglitz y Greenwald, 2015), han demostrado en sus más recientes investigaciones que el aprendizaje actualmente se ve afectado por el medio ambiente socioeconómico, por la estructura de la economía, así como por las inversiones públicas y privadas dirigidas a la investigación y la educación.

Como es conocido, muchas economías latinoamericanas se han contraído durante los últimos años debido a la caída de los precios mundiales de las materias primas. Cuando la economía cae, los gobiernos, las instituciones educativas y las compañías a menudo reducen sus presupuestos, concentrándolos en actividades que consideran de mayor prioridad, dentro de las que no se encuentra la educación.

Para la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL), el actual modelo de desarrollo de la región es insostenible e inercial, por lo que urge un cambio estructural progresivo (CEPAL, 2016). Pero para lograrlo, primero se han de resolver los retos estructurales que aún están pendientes, y que inciden en la existencia de un sistema educativo desfasado y obsoleto.

Dentro de las problemáticas estructurales más acuciantes para Latinoamérica encontramos:
  • Políticas públicas que incentiven la igualdad de oportunidades, la equidad de género y el crecimiento incluyente, para así incidir en la disminución de los niveles de pobreza y desigualdad que han caracterizado a la región.
  • Propiciar la adopción de nuevas políticas industriales para la región que promuevan mejores especializaciones basadas en el conocimiento, el aprendizaje y la innovación tecnológica, diversificándose los impulsores de crecimiento de la región.
  • Modernizar la infraestructura, logística y reducir sus costos de transporte o correr el riesgo de obstruir una mayor productividad y desarrollo.
  • Reestructurar y mejorar la infraestructura tecnológica e institucional, adoptar nuevas tecnologías, así como promover políticas públicas que incentiven modelos empresariales innovadores.
  • Garantizar medidas eficaces que pongan fin a la inseguridad pública, la corrupción y el narcotráfico, como plagas de las sociedades latinoamericanas.

Para Stiglitz (1987) uno de los objetivos de la política económica debería consistir en crear estructuras económicas que mejoren tanto el aprendizaje como los efectos del mismo. De ahí que gran parte de la diferencia en el ingreso per cápita entre los países en desarrollo y los más avanzados pueda atribuirse a las diferencias en el conocimiento.

El desarrollo ayuda a aprender a aprender y por ende a cerrar las brechas del conocimiento con un aumento considerable del nivel de vida de la sociedad. Entender tal situación en el contexto latinoamericano, permitiría que la región avanzara a pasos agigantados, pero la realidad es que se revela cada día un mayor rezago en todos los ámbitos de la vida de dichos países.


Oppenheimer (2011) ha sido enfático al considerar que América Latina está demasiado inmersa en una revisión constante de la historia, hecho que nos distrae de lo que debería ser su principal prioridad: mejorar sus sistemas educativos.

El propio autor refiere que sin pobladores con alto nivel de educación, Latinoamérica no podrá competir en la nueva era de la economía del conocimiento. Los gobernantes latinoamericanos aún no entienden que mientras en 1960 las materias primas constituían 30% de PIB, en la década de 2000 representaban apenas 4% del mismo, y para poder insertarse en los nuevos parámetros económicos, la educación es el único camino posible.

En los sistemas educativos latinoamericanos se nota demasiado conformismo y satisfacción con lo avanzado desde hace 20 años a la fecha. Pero no hemos llegado a la meta y se nota un conformismo mezclado de una sensación triunfalista que lejos de beneficiarnos, nos estanca imposibilitando salir de la caja de confort a las propias instituciones. El peligro es que si la gente está satisfecha, no existe la exigencia social de mejorar los estándares educativos.

En Latinoamérica se juzga el sistema educativo por la calidad de los edificios escolares o por el trato que reciben los estudiantes en la escuela, más que por las habilidades, destrezas y competencias que se aprenden en el espacio áulico.  Falta mucho por hacer en materia de calidad educativa en nuestros países como para ser tan conformistas.

Por situar lo anterior en el contexto universitario, tenemos que por ejemplo, las universidades más prestigiosas de América Latina aparecen de manera reiterada en las últimas posiciones de los rankings académicos de las mejores universidades del mundo. Aun cuando en el Latinoamérica se acuse a estos rankings de ser tendenciosos no es coincidencia que las estadísticas más importantes a nivel global, coincidan en ello.

En todos los rankings sobre las mejores universidades del mundo  es la Universidad de Harvard la que encabeza las listas internacionales. Según el ranking  de la consultora Center for World University (2015), Estados Unidos es el país que más centros de enseñanza tiene dentro del ranking, con 229 instituciones. En segundo lugar se encuentra China, que cuenta con 84 centros de enseñanza superior en el ranking, mientras que Japón cuenta con 74. A nivel iberoamericano, España cuenta con 41 casas de estudio siendo la que mejor se posiciona la Universidad de Barcelona, ubicada en la posición 120.

En cuanto a México, son dos las universidades nacionales que figuran en el listado; la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) ubicada en la posición 337 y el Instituto Politécnico Nacional (IPN) en lugar 755. En el QS University Rankings: Latin America 2015, son las universidades brasileñas Universidade de São Paulo y la Universidade Estadual de Campinas (Unicamp), las que obtienen el primer y segundo puesto, respectivamente. El tercer puesto lo ocupa la Universidad de Chile seguida en el cuarto escaño por la también brasileña Universidade Federal do Rio de Janeiro.

Comenta Oppenheimer (2011):
¿Cómo puede ser que México, un país con 110 millones de habitantes, con un producto interno bruto (PIB) de 1600 billones de dólares, tenga a su mejor universidad en un puesto tan por debajo de la mejor universidad de Singapur, un país con menos de cinco millones de habitantes y un PIB que no llega a 225000 millones de dólares? (p. 15).

Otro detalle que distingue desfavorablemente a la educación superior latinoamericana es el hecho de que nuestras universidades están repletas de estudiantes que estudian carreras de humanísticas u otras que ofrecen poca salida laboral o están totalmente divorciadas de la economía del conocimiento del siglo XIX. Muchos, más de lo deseado, estudian carreras como Derecho, Psicología, Sociología, filosofía e Historia; en cambio pocos estudian  ciencias e ingenierías.

 

Para Latinoamérica es hora de hacer un alto en el camino, valorar dónde estamos y dónde deberíamos estar, corregir el rumbo, redefinir estrategias y asumir un compromiso ético con la educación. La innovación educativa para América Latina impone retos insoslayables que deben ser asumidos por toda la sociedad para que junto con los demás actores sociales impulsen los niveles de educación y propicien:
  • La formación de individuos con mentalidad y habilidades para aprender.
  • La formación de individuos con motivación hacia el aprendizaje.
  • Faciliten el alcance, facilidad y rapidez en la transmisión del conocimiento.
  • Propicien nuevos conocimientos que estimulen un nuevo pensamiento, el surgimiento de nuevas ideas y estimulen la creatividad.
Algunos de los retos esenciales que Latinoamérica deberá enfrentar para elevar sus niveles educativos, formulando procesos efectivos de innovación educativa son:
  • Organizar el aprendizaje como una construcción de competencias por parte de los alumnos.
  • Diseñar el desarrollo de los temas con base en actividades realizadas por los alumnos.
  • Diseñar estrategias para plantear la enseñanza y el aprendizaje como investigación.
  • Diseñar actividades dirigidas a la utilización de modelos, simulación de experimentos, y al trabajo en distintos escenarios.
  • Dirigir las actividades de los alumnos, haciendo posible que estos adquieran una posición integral para la tarea y se interesen por la misma.
  • Facilitar oportunamente la información que sea necesaria para que los alumnos contrasten la validez de su trabajo.
  • Establecer nuevas formas de organización que favorezcan las interacciones entre el aula, la institución y el medio exterior.
  • Diseñar e introducir nuevas formas de evaluación, basadas en el resultado y desempeño.
  • Adoptar el diálogo enriquecedor, alejado del abuso de formas expositivas o narrativas tradicionales, creando espacios apropiados para que los alumnos expongan sus criterios, los debatan e incluso comenten experiencias, propias o de terceros, relacionadas con los temas.
  • Incorporar a sus clases, estratégica y armónicamente, el arsenal de recursos educativos que nos proponen las TIC’s; de ser posible, creados por el propio docente, ya que así se cumple el contenido que se desea transmitir de una manera más eficaz.
  • Enriquecer la evaluación diseñando sistemas que propicien no la medición o cuantificación (que es una estrategia conductista) sino que evalúe la formación y construcción de nuevos conocimientos que coadyuven a fortalecer el sistema de P.I. desde la academia;
  • Utilizar disímiles materiales educativos y estrategias dinámicas que enriquezcan el aprendizaje, estimulen y propicien la participación activa del alumno, de manera crítica y reflexiva.
  • Propiciar que el tiempo de clases sea un espacio de construcción, renovación y actualización constante en la materia en cuestión, generador de crítica y un cuestionamiento coherente, que enriquezca y dé significado a lo aprendido.

Asimismo, la situación actual latinoamericana exige de docentes profesionales, íntegros, con vastos conocimientos, pero con humildad de saber que el conocimiento es cambiante; maestros ejemplares, que conozcan a sus alumnos, quienes vivan, generen y despierten en ellos la sed de aprendizaje, y sin miedo a las demandas que las innovaciones educativas conllevan. Docentes quienes tengan la voluntad de aprender constantemente; más que por gratificación o por enriquecer su propio conocimiento, por la fuerza o motivación que la vocación docente ejerce en ellos.

En tal sentido, los docentes para ofrecer un mejor servicio educativo, deberán ser capaces de incorporar en su actuar diario, competencias esenciales, mismas que deberá enriquecer usando la innovación educativa, como las siguientes:
ü  Trabajo en equipo. Realizar proyectos y actividades cooperativas para alcanzar las metas institucionales respecto a la formación de los estudiantes, acorde con el modelo educativo y los planes de acción de los programas académicos.
ü Planeación del proceso educativo. Planificar los procesos didácticos para que los estudiantes se formen de manera integral, con las competencias establecidas en el perfil de egreso, de acuerdo con el ciclo académico y el período de estudio correspondiente.
ü  Evaluación del aprendizaje. Valorar el aprendizaje de los estudiantes para determinar los logros y los aspectos a mejorar, de acuerdo con las competencias establecidas y unos determinados referentes pedagógicos y metodológicos.
ü  Mediación del aprendizaje. Orientar los procesos de aprendizaje, enseñanza y evaluación para que los estudiantes desarrollen las competencias del perfil de egreso, acorde con los criterios y evidencias establecidas.
ü  Gestión curricular. Participar en la gestión curricular a partir de los equipos de docencia, investigación y extensión, para llegar a la calidad académica, de acuerdo con los roles definidos en el modelo educativo y un plan de acción.
ü  Producción de materiales. Producir materiales educativos para mediar el aprendizaje de los estudiantes, acorde con determinados propósitos de aprendizaje.
ü  Tecnologías de la información y la comunicación. Aplicar tecnologías de la información y la comunicación para que los estudiantes desarrollen aprendizajes significativos y las competencias del perfil de egreso, acorde con las posibilidades del entorno y las metas educativas.
ü  Gestión de la calidad del aprendizaje. Gestionar la calidad de los procesos de aprendizaje para facilitar la información humana integral de los estudiantes, con base en la reflexión metacognitiva, la investigación de la práctica docente y el compromiso ético.


CONCLUSIONES

Estamos viviendo en un nuevo mundo en el que el trabajo mental se cotiza cada vez más y el trabajo manual y las materias primas, cada vez menos. De ahí que el gran desafío para Latinoamérica sea innovar o quedarse cada vez más atrás; pero desafortunadamente de estos temas no se está hablando lo suficiente en nuestros países.

Actualmente nos encontramos en un proceso de cambio de paradigma educativo importante. Hoy más que nunca es imposible concebir la innovación educativa de manera individual y aislada, pues el reto formativo es enorme y mucho más allá de la adquisición de meros conocimientos académicos.

Siendo así, los retos para todos los latinoamericanos van dirigidos a impulsar procesos de innovación educativa que faciliten el avance de los sistemas educativos con la calidad que los tiempos requieren. Los docentes del continente deben comprometerse con la excelencia de la profesión, la renovación de sus prácticas pedagógicas, la implementación de nuevas estrategias didácticas que incidan en una renovación más objetiva de los esquemas curriculares existentes, sin olvidar que asistimos a una época inmejorable para utilizar los recursos creativos y tecnológicos que la sociedad del conocimiento nos ofrece con el fin de cambiar la situación actual de la educación.

La innovación educativa nos abre las puestas a infinidad de oportunidades para captar la imaginación de los estudiantes y brindarles métodos de enseñanza-aprendizaje con un alto nivel de profesionalización y que a la vez le permitan convertirse en individuos con habilidades para aprender y propiciar nuevos conocimientos que estimulen un nuevo pensamiento, el surgimiento de nuevas ideas y estimulen la creatividad.

REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS

Barba, E. (2011). Innovación: 100 CONSEJOS para inspirarla y gestionarla. España: Libros de Cabecera S.L.
CEPAL (2016). Comisión Económica para América Latina y el Caribe. Recuperado de: http://www.cepal.org/es
Cimoli, M. (2013). Las políticas tecnológicas en América Latina: una revisión crítica. En: Ciencia, tecnología e innovación: Hacia una agenda de política pública. Valalenti, G. (2013). México: FLACSO México.
Cimoli, M., Dosi, G. & Stiglitz, J. E. (2009). Industrial Policy and Development: The Political Economy of Capabilities Accumulation. EE.UU.: Oxford University Press.
Cimoli, M., Dosi, G., Maskus, K. E., Okediji, R. L. & Reichman, J. H. (2014). Intellectual Property Rights: Legal and Economic Challenges for Development. EE.UU.: OUP Oxford.
Courvisanos, J. & Stuart, M. (2014). Innovation economics and the role of the innovative entrepreneur in economic theory. Journal of Innovation Economics & Management 2, No. 14, pp. 41-61 
Oppenheimer, A. (2011). ¡Basta de historias!: La obsesión latinoamerican con el pasado y las doce claves para el futuro. México: Penguin Random House Grupo Editorial México.
Stiglitz, J. E. & Greenwald, B. C. (2015). Creating a Learning Society: A New Approach to Growth, Development, and Social Progress. EE.UU.: Columbia University Press.

Stiglitz, J. E. (1987). Technological Change, Sunk Costs, and Competition. Brookings Papers on Economic Activity 3, pp. 883-947.

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